En la casa

«La vida sin historias no vale nada.»

Pensé que me desmayaba. No por la película, claro, sino por el calor que hacía en el patio del CCCB. Un cine a la fresca no tan a la fresca, con ese bochorno tan barcelonés de cuando parece que va a llover pero no. Sudados y sin agua, no pensamos en ningún momento en irnos. Estábamos clavados a nuestros asientos, pendientes de esa historia sobre un chico que le desgrana una historia a su profesor de literatura.

Es el poder de las historias. Querer saber más y más, cada detalle, qué ocurrirá en la siguiente entrega. La sorpresa y el escándalo que finge quien quería que le escandalizasen. Ese punto cotilla que todos tenemos. En la película hablan de Las mil y una noches, pero yo pensaba en La ventana indiscreta de Hitchcock.

Me sorprende el éxito de En la casa. A mí me interesó muchísimo: veía reflejadas mis inquietudes como narrador, los diferentes enfoques y posibilidades que te vas planteando al plantear las escenas. Cómo mostraban en la pantalla que una misma situación puede transmitir sensaciones contrarias según los ojos que la observan. Unos se fijan en ciertos detalles; otros, cambio, en los gestos. Por eso nos gustan tanto ciertos escritores: porque solo ellos ven el mundo con sus ojos y nos lo describen tal como lo ven.

Habría jurado que este proceso, el de la creación, no nos importaba más que a la gente que, ya sea en cine, literatura, arte, narra historias. Pero el público estaba encantado. Será porque a todos nos gusta ser voyeurs por un día. Y por lo bien hilvanado que está todo para que al final no sepas qué es verdad y qué fantasía, pero poco importa, porque te hace vibrar, y eso es lo que hace que merezca la pena.

Dice

Entras a Twitter para hacer tiempo y el primer tweet parece haberlo escrito tu mente, con flechas y señales de todo tipo para que te fijes en él y que no se te escape. Hoy me ha ocurrido con este poema de Charles Bukowski, «Roll the dice» (Tira los dados) y me apetece compartirlo. Quizá a alguien más le inspire.

Si vas a intentarlo,
ve hasta el final.
De lo contrario, no empieces siquiera. 
Tal vez suponga perder novias, 
esposas, familia, trabajo 
y quizá la cabeza. 
Tal vez suponga no comer durante 
tres o cuatro días. 
Tal vez suponga helarte 
en el banco de un parque. 
Tal vez suponga la cárcel, 
Tal vez suponga humillación, 
Tal vez suponga desdén, aislamiento. 
El aislamiento es el premio. 
Todo lo demás es para poner 
a prueba tu resistencia, 
tus auténticas ganas de hacerlo 
y lo harás. 
A pesar del rechazo y 
de las ínfimas probabilidades, 
y será mejor que cualquier cosa 
que pudieras imaginar. 
Si vas a intentarlo,
ve hasta el final.
No existe una sensación igual.
Estarás solo con los dioses 
Y las noches arderán en llamas, 
Llevarás las riendas de la vida 
hasta la risa perfecta. 
Es por lo único que vale 
la pena luchar. 
 
(Charles Bukowski)

Encaja con unas frases del Hagakure, libro que estoy releyendo estos días, y que ayer saltaron de la página para saludarme: «Solo con negarse a retirarse, se adquiere la fuerza de dos hombres. Lo que no está hecho en un momento y lugar dado, quedará inconcluso para toda la vida. En un momento en que resulta difícil rematar las cosas con la fuerza de un solo hombre, se pueden terminar con la fuerza de dos.» ¡Adelante!

 

Blame it on the girls

Ya escribiré cuando vuelva a casa, en la cama, en silencio absoluto, con mi bolígrafo especial. Una de las muchas excusas que usaba antes, porque era más fácil decir eso, y luego, cuando el vecino hacía ruido o el bolígrafo no pintaba bien o sencillamente no estaba inspirado, decir que ya escribiría mañana. Consolarme con que no se daban las condiciones necesarias. Eso era el bloqueo: una excusa que llevaba a otra.

Pero la vida no depende de conjunciones planetarias. Un día descubres que también puedes escribir en una cafetería llena de gente, que puedes ir solo al cine (y no pedir palomitas), que puedes leer por las mañanas, recién levantado, que puedes cocinar con otras especias si se termina el orégano, que puedes sonreír incluso en pleno lunes. Lo mejor es que al cambiar la cama por la cafetería o las dos entradas por una sola, descubres nuevos placeres. El café, la inmersión completa.

Ese día te sientes poderoso como un superhéroe, porque se ha abierto el mundo ante ti y de repente hay un millón de cosas a tu alcance. Y las quieres todas. Y elaboras listas de buenos propósitos. Te pones metas y mira tú por dónde, algunas las alcanzas. Hacer las cosas que te apetece hacer y adaptarte: no hay más secretos.

Instant crush

De repente, un engranaje gira en tu interior y todo tiene sentido. Lo llaman flechazo. Vas por la vida cargado con tus prejuicios, tienes muy clara tu visión del mundo, lo que te gusta y lo que no, de ahí no te mueve nadie. Hasta que chocas con algo que te desarma. Y en esa sorpresa redescubres el auténtico sabor de la vida.

Algo así me pasó el otro día escuchando Random Access Memories, el último disco de Daft Punk. Me estaba pareciendo un soberano coñazo, la típica obra que se hace para lucimiento personal y no para disfrute del oyente. Pero antes de que perdiera la esperanza, llegó Instant Crush, en colaboración con Julian Casablancas, cuya voz vocoderizada hasta parecer riffs de guitarra tiene más emoción que casi todo lo que se ha lanzado en 2013 (Woodkid es mucho Woodkid). ¡Así sí!

And we will never be alone again
Cause it doesn’t happen every day…

Me sentí acompañado tarareando la letra. Y esa debería ser la función del arte. El escritor David Foster Wallace me lo confirmaba ayer por la noche en el libro de entrevistas con él que estoy leyendo. En la cama, aún tapado por el nórdico, sonreí al leer que le gustaban esos libros que le daban compañía, que le aportaban algo como ser humano en medio del caos. «La literatura o mueve montañas o aburre», decía él.

Plantearse la escritura, y por extensión el arte, y por extensión el amor, como un acto generoso, con el que pretendes que el otro encuentre una pieza perdida y crezca contigo. La complicidad de compartir ese mismo flechazo que tú sentiste para que el otro lo sienta. Por eso no paro de escuchar ese Instant Crush de Daft Punk y se lo pasé a una amiga. Nunca será single, pero para mí justifica el lanzamiento del disco.

Pure intuition

Un día te cruzas con algo que merece la pena enseñar a todo el mundo. Corres a coger la cámara, haces clic. La primera foto rara vez sale bien. Vuelves a intentarlo, qué rara queda ésta. Echas otra foto, y otra, y otra, y así hasta que al final, cosa curiosa, te das cuenta de que la mejor de toda la serie, la que captura la esencia de eso que habías visto, era la segunda. La rara. La que habías notado distinta, mejor.

Está bien no ser impulsivo y no quedarse con el primer resultado. Pensar las cosas un poco. Pero un poco es eso: un poco, ni una gota más. O de tanto darles vueltas a las cosas, acabas por olvidar aquello que pretendías. Sería como estar cambiando de cola continuamente en el súper, la tuya siempre irá más lenta.

Da un primer paso, sin pensarlo, a ver dónde te lleva. Solo cuando necesites descansar, entonces sí, párate, acostúmbrate al paisaje que te rodea, asimila cada hoja y cada camino, deja que tu instinto encuentre la mejor ruta para llegar a lo más alto y ya no dudes: sigue por ahí. Pronto habrás llegado. A la segunda va la vencida.